La tecnología para impresión industrial en 3D cumple ya muchos años. Lo que sí es futuro cercano es que dicha tecnología entre en los hogares. Según The Economist, la entrada de impresoras 3D en los hogares ha seguido la misma curva de crecimiento que los ordenadores personales en la década de los 70. Hoy, los equipos tienen el mismo coste que una impresora láser en 1970.
La ventaja clave de las impresoras 3D es que dan la oportunidad de trabajar en una idea desde el mismo prototipo de ella con muy pocos costes. Existe un sinfín de mercados sin explorar porque antes esto no era posible. Un ejemplo clásico es el de juguetes muy personalizados (p.e. figuras de actores de determinadas películas), a los que solo desea acceder un pequeño nicho del mercado, por lo que su elaboración en grandes cadenas de producción es inviable. El coste de manufactura de tiradas pequeñas de determinadas piezas será sensiblemente inferior mediante la impresión 3D que mediante los métodos de fabricación masiva empleados hasta el momento.
¿El mundo del ocio, el de la joyería, el del prototipo…?
No, muy probablemente el primer desembarco en los hogares de las impresoras 3D domésticas será la cocina. Hasta el momento la impresión de alimentos se ha centrado en los dulces. Pero ya hay noticias de que una firma española sacará al mercado, en 2015, una impresora capaz de trabajar simultáneamente con cinco ingredientes diferentes a la vez. Pongamos la imaginación a trabajar. ¿Podremos cocinar / imprimir en casa creaciones de grandes cocineros por el precio de royalties e ingredientes?